TEXTO 1
La
teoría más conocida sobre el origen del universo se centra en un cataclismo
cósmico sin igual en la historia: el big bang. Esta teoría surgió de la observación
del alejamiento a gran velocidad de otras galaxias respecto a la nuestra en
todas direcciones, como si hubieran sido repelidas por una antigua fuerza
explosiva.
Antes
del big bang, según los científicos, la inmensidad del universo observable,
incluida toda su materia y radiación, estaba comprimida en una masa densa y
caliente a tan solo unos pocos milímetros de distancia. Este estado casi
incomprensible se especula que existió tan sólo una fracción del primer segundo
de tiempo.
Los
defensores del big bang sugieren que hace unos 10.000 o 20.000 millones de
años, una onda expansiva masiva permitió que toda la energía y materia
conocidas del universo (incluso el espacio y el tiempo) surgieran a partir de
algún tipo de energía desconocido.
La
teoría mantiene que, en un instante (una trillonésima parte de un segundo) tras
el big bang, el universo se expandió con una velocidad incomprensible desde su
origen del tamaño de un guijarro a un alcance astronómico. La expansión
aparentemente ha continuado, pero mucho más despacio, durante los siguientes
miles de millones de años.
Los
científicos no pueden saber con exactitud el modo en que el universo evolucionó
tras el big bang. Muchos creen que, a medida que transcurría el tiempo y la
materia se enfriaba, comenzaron a formarse tipos de átomos más diversos, y que
estos finalmente se condensaron en las estrellas y galaxias de nuestro universo
presente.
Orígenes
de la teoría
Un
sacerdote belga, de nombre George Lemaître, sugirió por primera vez la teoría
del big bang en los años 20, cuando propuso que el universo comenzó a partir de
un único átomo primigenio. Esta idea ganó empuje más tarde gracias a las
observaciones de Edwin Hubble de las galaxias alejándose de nosotros a gran
velocidad en todas direcciones, y a partir del descubrimiento de la radiación cósmica de microondas de Arno Penzias y Robert Wilson.
El
brillo de la radiación de fondo de microondas cósmicas, que puede encontrarse
en todo el universo, se piensa que es un remanente tangible de los restos de
luz del big bang. La radiación es similar a la que se utiliza para transmitir
señales de televisión mediante antenas. Pero se trata de la radiación más
antigua conocida y puede guardar muchos secretos sobre los primeros momentos
del universo.
La
teoría del big bang deja muchas preguntas importantes sin respuesta. Una es la
causa original del mismo big bang. Se han propuesto muchas respuestas para
abordar esta pregunta fundamental, pero ninguna ha sido probada, es más, una
prueba adecuada de ellas supondría un reto formidable.
TEXTO
2
Nuestra galaxia, la Vía Láctea
La Vía
Láctea que podemos ver en el cielo nocturno es en realidad sólo uno de los
brazos espirales de nuestra propia galaxia, que toma, por extensión, el mismo
nombre. Nuestra galaxia es una agrupación de unos 100.000 millones de
estrellas en forma de espiral o girándula, cuyas dimensiones se estiman en
torno a los 100.000 años-luz y cuyo disco central tiene un tamaño de 16.000
años-luz. La Vía Láctea, también llamada
en España Camino de Santiago, puede observarse a simple vista como
una banda de luz que recorre el firmamento nocturno, que Demócrito ya atribuyó
a un conjunto de estrellas innumerables tan cercanas entre sí que resultan
indistinguibles. En 1610 Galileo, usando
por primera vez el telescopio, confirmó la observación de Demócrito. Hacia 1773
Herschel, contando las estrellas que observaba en el firmamento, construyó una
imagen de la Via Láctea como un disco estelar dentro del cual la Tierra se
encuentra inmersa, pero no pudo calcular su tamaño. En 1912 la astrónoma Henrietta
Leavitt descubrió la relación entre el periodo y la
luminosidad de las estrellas llamadas variables cefeidas, lo que le permitió
medir las distancias de los cúmulos globulares.
Varios años después Shapley
demostró que los cúmulos están distribuidos con estructura más o menos esférica
alrededor del centro del disco, en lo que denominó el halo galáctico. También
mostró que éste no está centrado en el Sol, sino en un punto distante del disco
en la dirección de la constelación de Sagitario, donde situó correctamente el
centro de la galaxia.
Esta estructura quedó
confirmada cuando se observó desde el observatorio de Monte Wilson en
California que el objeto espiral llamado Andrómeda estaba constituido por
estrellas individuales y no era una mera nebulosa de gas como hasta entonces se
creía.
Hacia 1930 Trumpler
descubrió el efecto de oscurecimiento galáctico producido por el polvo
interestelar, con lo que se logró corregir tanto el tamaño de la Galaxia como
la distancia a la que se encuentra el Sol a los valores hoy en día aceptados.
De acuerdo con estos datos, el Sistema Solar se encuentra a una distancia entre
8.000 y 10.000 parsecs de distancia del centro galáctico, aproximadamente a dos
tercios de distancia.
Todas las estrellas que
componen la Vía láctea están rotando alrededor del núcleo, que se cree que
puede contar en su interior con un agujero negro. Las observaciones
astronómicas referidas a galaxias distantes muestran que la velocidad de
rotación del Sol alrededor de la galaxia es de unos 250 km/s, empleando
aproximadamente 250 millones de años en realizar una revolución completa. Las
estrellas próximas al Sol realizan una órbita relativamente parecida, pero las
más cercanas al centro de la galaxia giran más rápido, hecho que se conoce como
rotación diferencial.
La edad de la Vía Láctea se
estima en unos 13 mil millones de años, dato que se desprende del estudio de
los cúmulos globulares y que concuerda con el resultado obtenido por los
geólogos en su estudio de la desintegración radiactiva de ciertos minerales
terrestres.
La observación del mapa
estelar ha permitido reconstruir los brazos espirales de la Galaxia, zonas en
las cuales es abundante el número de cúmulos estelares o zonas de formación
estelar. Éstos se nombran por las constelaciones que en ellos se encuentran. El
brazo más cercano al centro galáctico es llamado de Centauro o de
Norma-Centauro. El siguiente brazo hacia el exterior es el de Sagitario. El
brazo de Orion es nuestro brazo local, también llamado del Cisne, y el brazo
contiguo hacia el exterior se conoce como el de Perseo.
Las estrellas que se
encuentran en la Vía Láctea suelen
agruparse en dos grandes grupos, llamados comúnmente poblaciones. El grupo
llamado de población I está integrado por estrellas de composición solar,
relativamente jóvenes, que se distribuyen en órbitas aproximadamente circulares
en el disco galáctico, dentro de sus brazos. Las estrellas de población II son
ricas en hidrógeno y helio, con escasez de elementos pesados, son de mayor
edad, y tienen órbitas que no se encuentran dentro del plano galáctico.
TEXTO
3
PLANETAS
EN OTROS SISTEMAS SOLARES
Saber si estamos o no solos en el universo ha sido
uno de los objetivos de muchos filósofos y científicos a lo largo de la
historia. Hasta hace poco, los únicos planetas conocidos formaban parte del
Sistema Solar. El descubrimiento de planetas extrasolares es un acontecimiento
bastante reciente. Aunque la búsqueda sistemática comenzó en 1988, el primer
planeta extrasolar o exoplaneta fue detectado en 1995.
Pero observar planetas directamente no es fácil. La
existencia de planetas extrasolares se ha deducido en primera instancia a
partir de pruebas indirectas. No obstante, están en marcha varios proyectos que
permitirán observar estos planetas en el visible o en el infrarrojo. A partir
de ahí se podrían obtener algunos datos que permitan deducir, con reservas, si
dichos planetas alojan vida o no.
Hasta hace poco tiempo los científicos no han
dispuesto de técnicas e instrumentos capaces de detectar planetas extrasolares,
es decir, sistemas planetarios en torno a otras estrellas. Pero la existencia
de nuestro sistema planetario ha fomentado la búsqueda. Así, uno de los
primeros pasos hacia el descubrimiento de planetas más allá de nuestro Sistema
Solar se produjo en 1983, cuando se descubrió un disco en torno a la estrella
Beta Pictoris. Pero durante mucho tiempo ésta ha sido la única prueba
disponible.
La llegada del telescopio espacial Hubble permitió
realizar observaciones detalladas de regiones de formación de estrellas, como
la existente en la constelación de Orión. Así se detectaron discos
protoplanetarios en torno a estrellas jóvenes en formación, y se comprobó que
una gran parte de las estrellas que se estaban formando tenían discos que
podrían dar lugar a planetas en el futuro.
Al principio de la década de 1990, se anunció el
descubrimiento de planetas girando alrededor de púlsares. Los púlsares son
estrellas muy compactas y que giran muy rápidamente, emitiendo radiación
electromagnética que, si el eje de rotación está orientado convenientemente,
puede detectarse desde la Tierra. Más tarde se vio que existían errores en el
análisis de los datos y que dichos planetas no existían. Luego, no obstante se
ha confirmado la existencia de planetas girando en torno a púlsares.
Finalmente, en 1995, se anunció el descubrimiento
del primer planeta extrasolar girando en torno a una estrella de tipo solar, 51
Pegasi. A partir de ese momento, los anuncios de nuevos planetas extrasolares
se han ido sucediendo sin pausa hasta llegar a la actualidad. Ahora ya se
conocen muchos planetas extrasolares, y el número de los conocidos crece cada
año.
Dada la dificultad que presentan las observaciones
directas, los primeros intentos de búsqueda de planetas que han dado resultado
se han basado en observaciones indirectas. Los métodos utilizados se basan en
las perturbaciones gravitatorias causadas por los planetas sobre las estrellas
y en el tránsito del planeta por delante de la luz de la estrella.
La mayor parte de los planetas orbitan su estrella
a una distancia bastante menor que la distancia Tierra-Sol. Además, la masa
observada es del orden de la masa de Júpiter. Esto es, en parte, consecuencia
de los métodos de detección empleados. Los planetas de masa mayor y que giran
más cerca de la estrella tienen más posibilidades de ser detectados por las
técnicas empleadas.
No obstante, el refinamiento de dichas técnicas y
la utilización de otras nuevas debe permitir en un futuro cercano detectar
también planetas de tipo terrestre, es decir, planetas con una masa equivalente
a la de nuestro planeta. En el futuro, gracias a nuevos telescopios situados en
tierra y a nuevos observatorios espaciales, seremos capaces de recoger luz
procedente directamente de los planetas para obtener imágenes. A partir de ahí,
con la ayuda de la espectroscopía, podremos conocer cuáles son los componentes
principales de las atmósferas o las superficies de los planetas.
TEXTO
4
POLVO COSMICO
Según las teorías astronómicas actuales, las
galaxias tuvieron su origen en grandes conglomerados de gas y polvo cósmico que
giraban lentamente, fragmentándose en vórtices turbulentos y condensándose en
estrellas. En algunas regiones donde la formación de estrellas fue muy activa,
casi todo el polvo y el gas fue a parar a una estrella u otra. Poco o nada de
este material quedó en el espacio intermedio.
Esto es cierto para los cúmulos globulares, las
galaxias elípticas y el núcleo central de las galaxias espirales.
Dicho proceso fue mucho menos eficaz en las afueras
de las galaxias espirales. Las estrellas se formaron en números mucho menores y
sobró mucho polvo y mucho gas. Nosotros, los habitantes de la Tierra, nos encontramos
en los brazos espirales de nuestra galaxia y vemos las manchas oscuras que
proyectan las nubes de polvo contra el resplandor de la Vía Láctea. El centro
de nuestra propia galaxia queda completamente oscurecido por tales nubes.
El material de que está formado el universo
consiste en su mayor parte en hidrógeno y helio. Los átomos de helio no tienen
ninguna tendencia a juntarse unos con otros. Los de hidrógeno sí, pero sólo en
parejas, formando moléculas de hidrógeno (H2). Quiere decirse que la mayor
parte del material que flota entre las estrellas consiste en pequeños átomos de
helio o en pequeños átomos y moléculas de hidrógeno. Todo ello constituye el
gas interestelar, que forma la mayor parte de la materia entre las estrellas.
El polvo interestelar (o polvo cósmico) que se
halla presente en cantidades mucho más pequeñas, se compone de partículas
diminutas, pero mucho más grandes que átomos o moléculas, y por tanto deben
contener átomos que no son ni de hidrógeno ni de helio.
El tipo de átomo más común en el universo, después
del hidrógeno y del helio, es el oxígeno. El oxígeno puede combinarse con
hidrógeno para formar grupos oxhidrilo (OH) y moléculas de agua (H2O), que tienen una marcada tendencia a unirse a
otros grupos y moléculas del mismo tipo que encuentren en el camino. Así, poco
a poco se van constituyendo pequeñísimas partículas compuestas por millones y
millones de tales moléculas. Los grupos oxhidrilo y las moléculas de agua
pueden lforman parte del polvo cósmico.
En 1965 se detectó por primera vez grupos oxhidrilo
en el espacio y se comenzó a estudiar su distribución. Desde entonces se ha
informado también de la existencia de moléculas más complejas, que contienen
átomos de carbono así como de hidrógeno y oxígeno. El polvo cósmico tiene que
contener también agrupaciones atómicas formadas por átomos aún menos comunes
que los de hidrógeno, oxígeno y carbono. En el espacio interestelar se han
detectado átomos de calcio, sodio, potasio y hierro, observando la luz que esos
átomos absorben.
Dentro de nuestro sistema solar hay un material
parecido, aportado quizás por los cometas. Es posible que fuera de los límites
visibles del sistema solar exista una capa con gran número de cometas, y que
algunos de ellos se precipiten hacia el Sol (acaso por los efectos
gravitatorios de las estrellas cercanas). Los cometas son conglomerados sueltos
de diminutos fragmentos sólidos de metal y roca, unidos por una mezcla de
hielo, metano y amoníaco congelados y otros materiales parecidos. Cada vez que
un cometa se aproxima al Sol, se evapora parte de su materia, liberando
diminutas partículas sólidas que se esparcen por el espacio en forma de larga
cola. En última instancia el cometa se desintegra por completo. A lo largo de
la historia del sistema solar se han desintegrado innumerables cometas y han
llenado de polvo el espacio interior del sistema. La Tierra recoge cada día
miles de millones de estas partículas de polvo. Los científicos espaciales se
interesan por ellas por diversas razones; una de ellas es que los
micrometeoroides de mayor tamaño podrían suponer un peligro para los futuros
astronautas y colonizadores de la Luna.
TEXTO
5
La energía de las estrellas
Las estrellas emiten
energía de diferentes maneras:
1. En forma de fotones de
radiación electromagnética carentes de masa, desde los rayos gamma más
energéticos a las ondas radioeléctricas menos energéticas (incluso la materia
fría radia fotones; cuanto más fría es la materia, tanto más débiles son los
fotones). La luz visible es parte de esta clase de radiación.
2. En forma de otras
partículas sin masa, como son los neutrinos y los gravitones.
3. En forma de partículas
cargadas de alta energía, principalmente protones, pero también cantidades
menores de diversos núcleos atómicos y otras clases de partículas. Son los
rayos cósmicos.
Todas estas partículas
emitidas (fotones, neutrinos, gravitones, protones, etc.) son estables mientras
se hallen aisladas en el espacio. Pueden viajar miles de millones de años sin
sufrir ningún cambio, al menos por lo que sabemos.
Así pues, todas estas
partículas radiadas sobreviven hasta el momento (por muy lejano que sea) en que
chocan contra alguna forma de materia que las absorbe. En el caso de los
fotones sirve casi cualquier clase de materia. Los protones energéticos son ya
más difíciles de parar y absorber, y mucho más difíciles aún los neutrinos. En
cuanto a los gravitones, poco es lo que se sabe hasta ahora.
Supongamos ahora que el
universo sólo consistiese en estrellas colocadas en una configuración invariable.
Cualquier partícula emitida por una estrella viajaría por el espacio hasta
chocar contra algo (otra estrella) y ser absorbida. Las partículas viajarían de
una estrella a otra y, a fin de cuentas, cada una de ellas recuperaría toda la
energía que había radiado. Parece entonces que el universo debería continuar
inmutable para siempre.
El hecho de que no sea así
es consecuencia de tres cosas:
1. El universo no consta
sólo de estrellas sino que contiene una cantidad importante de materia fría,
desde grandes planetas hasta polvo interestelar. Cuando esta materia fría frena
a una partícula, la absorbe y emite a cambio partículas menos energéticas. Lo
cual significa que en definitiva la temperatura de la materia fría aumenta con
el tiempo, mientras que el contenido energético de las estrellas disminuye.
2. Algunas de las
partículas (neutrinos y gravitones, por ejemplo) emitidas por las estrellas y
también por otras formas de materia tienen una tendencia tan pequeña a ser
absorbidas por éstas que desde que existe el universo sólo han sido absorbidas
un porcentaje diminuto de ellas. Lo cual equivale a decir que la fracción de la
energía total de las estrellas que pulula por el espacio es cada vez mayor y
que el contenido energético de las estrellas disminuye.
3. El universo está en
expansión. Cada año es mayor el espacio entre las galaxias, de modo que incluso
partículas absorbibles, como los protones y los fotones, pueden viajar por
término medio distancias mayores antes de chocar contra la materia y ser
absorbidas. Esta es otra razón de que cada año sea menor la energía absorbida
por las estrellas en comparación con la emitida, porque hace falta una cantidad
extra de energía para llenar ese espacio adicional, producido por la expansión,
con partículas energéticas y hasta entonces no absorbidas.
Esta última razón es
suficiente por sí misma. Mientras el universo siga en expansión, continuará
enfriándose. Naturalmente, cuando el universo comience a contraerse de nuevo
(suponiendo que lo haga) la situación será la inversa y empezará a calentarse
otra vez.
Texto 6
Novas y supernovas
Antes de la era de la
astronomía, a una estrella que aparecía súbitamente donde antes no se había
visto nada, se le llamaba nova, o "estrella nueva". Éste es un
nombre inapropiado, ya que estas estrellas existían mucho antes de que se
pudieran ver a simple vista. Los astrónomos consideran que quizá existan una
docena de novas en la Vía Láctea, la galaxia de la Tierra, cada año, pero dos
o tres de ellas están demasiado lejos para poder verlas o las oscurece la
materia interestelar.
En efecto, a las novas se
las observa con más facilidad en otras galaxias cercanas que en la nuestra.
Se les llama novas de acuerdo con el año de su aparición y la constelación en
la que surgen. De forma característica, una nova incrementa en varios miles
de veces su brillo original en cuestión de días o de horas. Después entra en
un periodo de transición, durante el cual palidece, y cobra brillo de nuevo;
a partir de ahí palidece poco a poco hasta llegar a su nivel original de
brillo.
Las novas son estrellas
en un periodo tardío de evolución. Se puede considerar que son un tipo de
estrellas variables. En apariencia se comportan así porque sus capas
exteriores han formado un exceso de helio mediante reacciones nucleares y se
expande con demasiada velocidad como para ser contenida. La estrella despide
de forma explosiva una pequeña fracción de su masa como una capa de gas y
entonces se normaliza. La estrella restante es típicamente una enana blanca y
por lo general se cree que es el miembro más pequeño de un sistema binario,
sujeto a una continua disminución de materia de la estrella más grande. Quizá
este fenómeno suceda siempre con las novas enanas, que surgen una y otra vez
a intervalos regulares de unos cientos de días.
Las novas en general
muestran una relación entre su máximo brillo y el tiempo que tardan en
palidecer en una cierta cantidad de magnitudes. Mediante mediciones de las
novas más cercanas de las que conocemos la distancia y el brillo, los
astrónomos pueden utilizar las novas de otras galaxias como indicadores de la
distancia de esas galaxias.
La explosión de una
supernova es mucho más espectacular y destructiva que la de una nova y mucho
más rara. Estos fenómenos son poco frecuentes en nuestra galaxia, y a pesar
de su aumento de brillo en un factor de miles de millones, sólo unas pocas se
pueden observar a simple vista. Hasta 1987 sólo se habían identificado
realmente tres a lo largo de la historia, la más conocida de las cuales es la
que surgió en 1054 d. C. y cuyos restos se conocen como la nebulosa del
Cangrejo.
Las supernovas, al igual
que las novas, se ven con más frecuencia en otras galaxias. Así pues, la
supernova más reciente, que apareció en el hemisferio sur el 24 de febrero de
1987, surgió en una galaxia satélite, la Gran Nube de Magallanes. Esta
supernova, que exhibe algunos rasgos insólitos, es hoy objeto de un intenso
estudio astronómico.
Los mecanismos que
producen las supernovas se conocen menos que los de las novas, sobre todo en
el caso de las estrellas que tienen más o menos la misma masa que el Sol, las
estrellas medias. Sin embargo, las estrellas que tienen mucha más masa
explotan a veces en las últimas etapas de su rápida evolución como resultado
de un colapso gravitacional, cuando la presión creada por los procesos
nucleares dentro de la estrella ya no puede soportar el peso de las capas
exteriores. A esto se le denomina supernova de Tipo II.
Una supernova de Tipo I
se origina de modo similar a una nova. Es un miembro de un sistema binario
que recibe el flujo de combustible puro al capturar material de su compañero.
De la explosión de una
supernova quedan pocos restos, salvo la capa de gases que se expande. Un
ejemplo famoso es la nebulosa del Cangrejo; en su centro hay un púlsar, o estrella
de neutrones que gira a gran velocidad. Las supernovas son contribuyentes
significativos al material interestelar que forma nuevas estrellas.
TEXTO 7
Nebulosas
Una nebulosa es una nube
de gas o polvo en el espacio. Las nebulosas pueden ser oscuras o, si se
iluminan por estrellas cercanas o estrellas inmersas en ellas, pueden ser
brillantes. Generalmente son lugares donde se produce la formación de
estrellas y discos planetarios, por lo que se suelen encontrar en su seno
estrellas muy jóvenes.
Existe gran variedad de
nebulosas acompañando a las estrellas en todas las etapas de su evolución. La
gran mayoría corresponden a nubes gaseosas de hidrógeno y helio que
experimentan un proceso de contracción gravitatoria hacia un estado de
protoestrella. Así, las llamadas nebulosas capullo cuentan en su interior
cuentan con una estrella recién formada. La nebulosa no es, en este caso,
sino los restos de gas que no ha colapsado. El gas en cuestión, que puede,
mediante colisiones atómicas, formar moléculas y pequeñas partículas sólidas
de mayor o menor complejidad, se calienta por la radiación emitida por la
nueva estrella lo suficiente como para enmascarar su presencia, y lo que se
observa es una imagen parecida a la de un capullo de oruga.
Otro tipo de nebulosas,
llamados glóbulos de Bok, son nubes de gas muy condensado, en vías de formar
una protoestrella. Se revelan, cuando están situadas sobre un fondo claro,
como por ejemplo la Galaxia, como un oscurecimiento del fondo, por ejemplo la
nebulosa llamada Saco de carbón, junto a la constelación Cruz del Sur, y la
nebulosa llamada de Cabeza de caballo, una de las más famosas.
Los llamados objetos de
Herbig-Haro son nebulosas pequeñas, variables, que aparecen y desaparecen en
un periodo de pocos años, que parecen consistir en grumos de materia gaseosa
eyectados en los polos de una estrella en formación, principalmente en la
fase de capullo. Su luminosidad se produce por colisión con la nube
circundante de gas, pues producen una característica onda de choque debido a la
gran velocidad con que se expulsan.
Otro tipo de nebulosas,
con una composición química rica en elementos químicos pesados (helio,
carbono y nitrógeno principalmente) son restos de materia estelar expulsada
por las estrellas gigantes y supergigantes a gran velocidad (1000 Km/s) en un
tipo de estrellas llamadas de Wolf-Rayet. semejantes a éstas se producen
también en las últimas etapas estelares, tras la formación de novas y
supernovas.
A las nebulosas
planetarias se les llama así porque muchas de ellas se parecen a los planetas
cuando son observadas a través de un telescopio, aunque de hecho son capas de
material de las que se desprendió una estrella evolucionada de masa media
durante su última etapa de evolución de gigante roja antes de convertirse en enana
blanca. La nebulosa del Anillo, en la constelación de Lira, es una planetaria
típica que tiene un periodo de rotación de 132.900 años y una masa de unas 14
veces la masa del Sol.
n la Vía Láctea se han
descubierto varios miles de nebulosas planetarias. Más espectaculares, pero
menores en número, son los fragmentos de explosiones de supernovas, y quizás
la más famosa de éstas sea la nebulosa del Cangrejo. Las nebulosas de este
tipo son radiofuentes intensas, como consecuencia de las explosiones que las
formaron y los probables restos de púlsares en que se convirtieron las
estrellas originarias.
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TEXTO
8
Qué son los pulsares?
En el verano de 1967,
Anthony Hewish y sus colaboradores de la Universidad de Cambridge detectaron,
por accidente, emisiones de radio en los cielos que en nada se parecían a las
que se habían detectado hasta entonces. Llegaban en impulsos muy regulares a
intervalos de sólo 1 1/3 segundos. Para ser exactos, a intervalos de 1,
33730109 segundos. La fuente emisora recibió el nombre de «estrella pulsante» o
«pulsar» en abreviatura (pulsating star en inglés).
Durante los dos años
siguientes se descubrieron un número bastante grande de tales pulsares, y el
lector seguramente se preguntará por qué no se descubrieron antes. El caso es
que un pulsar radia mucha energía en cada impulso, pero estos impulsos son tan
breves que por término medio la intensidad de radioondas es muy baja, pasando
inadvertida. Es más, los astrónomos suponían que las fuentes de radio emitían
energía a un nivel constante y no prestaban atención a los impulsos
intermitentes.
Uno de los pulsares más
rápidos fue el que se encontró en la nebulosa del Cangrejo, comprobándose que
radiaba en la zona visible del espectro electromagnético. Se apagaba y se
encendía en perfecta sincronización con los impulsos de radio. Aunque había
sido observado muchas veces, había pasado hasta entonces por una estrella
ordinaria. Nadie pensó jamás en observarlo con un aparato de detección lo
bastante delicado como para demostrar que guiñaba treinta veces por segundo.
Con pulsaciones tan rápidas, la luz parecía constante, tanto para el ojo humano
como para los instrumentos ordinarios.
¿Pero qué es un pulsar? Si
un objeto emite energía a intervalos periódicos es que está experimentando
algún fenómeno de carácter físico en dichos intervalos. Puede ser, por ejemplo,
un cuerpo que se está expandiendo y contrayendo y que emite un impulso de
energía en cada contracción. O podría girar alrededor de su eje o alrededor de
otro cuerpo y emitir un impulso de energía en cada rotación o revolución.
La dificultad estribaba en
que la cadencia de impulsos era rapidísima, desde un impulso cada cuatro
segundos, a uno cada 1/30 de segundo. El pulsar tenía que ser un cuerpo muy
caliente, pues si no, no podría emitir tanta energía; y, además, tenía que ser
un cuerpo muy pequeño, porque de lo contrario, no podría hacer nada con esa
increíble velocidad.
Los cuerpos calientes más
pequeños que habían observado los científicos eran las estrellas enanas
blancas. Estas pueden llegar a tener la masa de nuestro sol, son tanto o más
calientes que él y, sin embargo, no son mayores que la Tierra. ¿Podría ser que
esas enanas blancas produjesen impulsos al expandirse y contraerse o al rotar?
¿O se trataba de dos enanas blancas girando una alrededor de la otra? Pero por
muchas vueltas que le dieron los astrónomos al problema no conseguían entender
que las enanas blancas se movieran con suficiente rapidez.
En cuanto a objetos aún más
pequeños, los astrónomos habían previsto teóricamente la posibilidad de que una
estrella se contrajera brutalmente bajo la atracción de la gravedad, estrujando
los núcleos atómicos unos contra otros. Los electrones y protones
interaccionarían y formarían neutrones, y la estrella se convertiría en una
especie de gelatina de neutrones. Una «estrella de neutrones» como ésta podría
tener la misma masa que el Sol y medir sin embargo sólo diez millas de
diámetro. Ahora bien, jamás se había
observado una estrella de neutrones, y siendo tan pequeñas se temía que aunque
existiesen no fueran detectables.Con todo, un cuerpo tan pequeño sí podría
girar suficientemente rápido para producir los impulsos. En ciertas condiciones
los electrones sólo podrían escapar en ciertos puntos de la superficie. Al
girar la estrella de neutrones, los electrones saldrían despedidos como el agua
de un aspersor; en cada vuelta habría un momento en que el chorro apuntase en
dirección a la Tierra, haciéndonos llegar ondas de radio y luz visible.
Thomas Gold, de la Universidad Cornell, pensó que, en
ese supuesto, la estrella de neutrones perdería energía y las pulsaciones se
irían espaciando cada vez más, cosa que resultó ser cierta. Hoy día parece muy probable
que los pulsares sean esas estrellas de neutrones que los astrónomos creían
indetectables
TEXTO
9
Qué es un agujero negro?
Para
entender lo que es un agujero negro empecemos por una estrella como el Sol, que
tiene un diámetro de 1.390.000 kilómetros y una masa 330.000 veces superior a
la de la Tierra.
Teniendo en cuenta esa masa
y la distancia de la superficie al centro se demuestra que cualquier objeto
colocado sobre la superficie del Sol estaría sometido a una atracción
gravitatoria unas 28 veces superior a la gravedad terrestre en la superficie
del planeta. Una estrella corriente
conserva su tamaño normal gracias al equilibrio entre una altísima temperatura
central, que tiende a expandir la sustancia estelar, y la gigantesca atracción
gravitatoria, que tiende a contraerla y estrujarla.
Si en un momento dado la
temperatura interna desciende, la gravitación se hará dueña de la situación. La
estrella comienza a contraerse y a lo largo de ese proceso la estructura
atómica del interior se desintegra. En lugar de átomos habrá ahora electrones,
protones y neutrones sueltos. La estrella sigue contrayéndose hasta el momento
en que la repulsión mutua de los electrones contrarresta cualquier contracción
ulterior.
La estrella es ahora una
«enana blanca». Si una estrella como el Sol sufriera este colapso que conduce
al estado de enana blanca, toda su masa quedaría reducida a una esfera de unos
16.000 kilómetros de diámetro, y su gravedad superficial (con la misma masa
pero a una distancia mucho menor del centro) sería 210.000 veces superior a la
de la Tierra.
En determinadas condiciones
la atracción gravitatoria se hace demasiado fuerte para ser contrarrestada por
la repulsión electrónica. La estrella se contrae de nuevo, obligando a los
electrones y protones a combinarse para formar neutrones y forzando también a
estos últimos a apelotonarse en estrecho contacto. La estructura neutrónica
contrarresta entonces cualquier ulterior contracción y lo que tenemos es una
«estrella de neutrones», que podría albergar toda la masa de nuestro sol en una
esfera de sólo 16 kilómetros de diámetro. La gravedad superficial sería
210.000.000.000 veces superior a la que tenemos en la Tierra.
En ciertas condiciones, la
gravitación puede superar incluso la resistencia de la estructura neutrónica.
En ese caso ya no hay nada que pueda oponerse al colapso. La estrella puede
contraerse hasta un volumen cero y la gravedad superficial aumentar hacia el
infinito.
Según la teoría de la
relatividad, la luz emitida por una estrella pierde algo de su energía al
avanzar contra el campo gravitatorio de la estrella. Cuanto más intenso es el
campo, tanto mayor es la pérdida de energía, lo cual ha sido comprobado
experimentalmente en el espacio y en el laboratorio.
La luz emitida por una
estrella ordinaria como el Sol pierde muy poca energía. La emitida por una
enana blanca, algo más; y la emitida por una estrella de neutrones aún más. A
lo largo del proceso de colapso de la estrella de neutrones llega un momento en
que la luz que emana de la superficie pierde toda su energía y no puede
escapar.
Un objeto sometido a una
compresión mayor que la de las estrellas de neutrones tendría un campo
gravitatorio tan intenso, que cualquier cosa que se aproximara a él quedaría
atrapada y no podría volver a salir. Es como si el objeto atrapado hubiera
caído en un agujero infinitamente hondo y no cesase nunca de caer. Y como ni
siquiera la luz puede escapar, el objeto comprimido será negro. Literalmente,
un «agujero negro».
Hoy día los astrónomos
están encontrando pruebas de la existencia de agujeros negros en distintos
lugares del universo.
TEXTO
10
Hallado
un sistema solar con siete Tierras
Una
estrella enana ultrafría a 40 años luz de nosotros acoge un sistema con varios
exoplanetas templados similares al nuestro que podrían albergar vida. El 2 de mayo de 2016, un equipo de astrónomos del Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT) anunció en la revista Nature un insólito hallazgo: Habían detectado tres exoplanetas parecidos
a la Tierra alrededor de la enana ultrafría conocida como TRAPPIST-1, una estrella poco más grande que Júpiter
cuyo brillo representa apenas un 0,05 % el del Sol. Nunca antes se habían
cazado objetos de este tipo acompañando a una estrella tan pequeña. Y están muy cerca, a 40 años luz de
nosotros. En
el momento de aquel anuncio se dijo que uno de ellos parecía encontrarse en la
zona habitable del sistema, una región en la que se dan las
condiciones necesarias para que exista agua en estado líquido en su superficie. Quizá, incluso, podría albergar
vida.
Pues bien, el descubrimiento ha sido no solo confirmado sino ampliado. No eran tres sino siete. Gracias al empleo de varios
telescopios tanto en tierra como en el espacio, entre ellos el VLT (Very Large
Telescope) de ESO y el de la isla de La Palma, en Canarias, los exoplanetas fueron detectados uno a uno, cual modelos
de una pasarela galáctica, a medida que pasaban delante de su estrella, la estrella enana ultrafría
TRAPPIST-1. Según el nuevo artículo, que también aparece en Nature, no es uno sino tres los planetas que se encuentran en la zona habitable y podrían albergar océanos de agua
en sus superficies,
lo que aumenta la posibilidad de que el sistema pueda acoger vida. Se trata del
sistema encontrado hasta ahora que tiene tanto el mayor número de planetas del
tamaño de la Tierra como la mayor cantidad de mundos que podrían contar con
agua líquida en sus superficies.
Gracias
al telescopio TRAPPIST–Sur, instalado en el Observatorio La Silla, el Very
Large Telescope (VLT), en Paranal, y el telescopio espacial Spitzer de la NASA,
así como otros telescopios del mundo, el equipo internacional de astrónomos ha confirmado la existencia
de los siete pequeños planetas que orbitan alrededor de la estrella enana roja
fría TRAPPIST-1. Los planetas, nombrados como TRAPPIST-1b, c, d, e, f, g y h,
en orden creciente de distancia de su estrella, tienen tamaños similares a nuestra Tierra.
Los
astrónomos observaron los cambios en la emisión de luz de la estrella causados
por cada uno de los siete planetas que pasan delante de ella —un evento
conocido como tránsito—, lo que les permitió extraer información acerca de sus
tamaños, composiciones y órbitas. Descubrieron que al menos los seis planetas interiores son
comparables al nuestro en tamaño y temperatura.
El autor
principal de la investigación, Michaël Gillon, del Instituto STAR en la
Universidad de Lieja (Bélgica) cree que "se trata de un descubrimiento asombroso, no solo porque hayamos
encontrado tantos planetas, sino porque todos son similares en tamaño a la
Tierra".
Con solo el 8% la masa del Sol, TRAPPIST-1 es muy pequeña en términos
estelares (solo un poco mayor que Júpiter) y, aunque está relativamente
cerca de nosotros, en la constelación de Acuario, emite una luz muy tenue. Los
astrónomos esperaban que este tipo de estrellas enanas pudieran albergar muchos
planetas del tamaño de la Tierra en órbitas apretadas, lo que hace de ellas
objetivos preferentes para la búsqueda de vida extraterrestre, pero TRAPPIST-1
es el primer sistema de este tipo cuya existencia ha sido confirmada.
Amaury Triaud, otro de los astrónomos implicados, dice que "la emisión de energía de estrellas enanas
como TRAPPIST-1 es mucho más débil que la de nuestro Sol. Para que hubiera agua en sus
superficies los planetas tendrían que estar en órbitas mucho más cercanas que
las que tenemos en el Sistema Solar. Por suerte, parece que este tipo de
configuración compacta es lo que estamos viendo alrededor de TRAPPIST-1".
Todos los planetas del sistema son similares en tamaño a la Tierra y a Venus o
un poco más pequeños. Las mediciones de densidad sugieren que,
al menos, los seis planetas de la zona más interna son probablemente de
composición rocosa.
Las órbitas planetarias son más pequeñas que la órbita de Mercurio en el
Sistema Solar. Sin embargo, el pequeño tamaño de TRAPPIST-1 y su baja temperatura
significan que la energía que proporciona a sus planetas es similar a la que
reciben los planetas interiores de nuestro Sistema Solar. Así que TRAPPIST-1c,
d y f reciben cantidades similares de energía que Venus, la Tierra y Marte,
respectivamente.
Los siete
planetas descubiertos en el sistema podrían, potencialmente, tener agua líquida
en sus superficies, aunque sus distancias orbitales hacen que esto sean más
probable en unos que en otros. Los modelos climáticos sugieren que los planetas más interiores, TRAPPIST-1b,
c y d, son probablemente demasiado calientes para albergar agua líquida, excepto tal vez en una pequeña
fracción de sus superficies. El planeta más externo del sistema,
TRAPPIST-1h, es probablemente demasiado distante y frío para albergar agua
líquida. Pero TRAPPIST-1e, f y g tienen toidas las papeletas para
convertirse en el santo grial para los astrónomos cazadores de planetas, ya que
orbitan en la zona habitable de la estrella y podrían albergar océanos de agua
en sus superficies.
Este hallazgo hace del sistema de TRAPPIST-1 un objetivo muy importante para
futuros estudios. El
Telecopio Espacial Hubble de NASA/ESA ya está buscando atmósferas alrededor de
los planetas.
El astrónomo Emmanuël Jehin cree que "con la próxima
TEXTO
11
El
universo se muere lentamente
La investigación forma parte del proyecto GAMA,
el mayor sondeo conjunto en múltiples longitudes de onda hecho hasta ahora.
El universo se
apaga; se está enfriando, sin prisa, pero sin pausa. Así lo afirma un grupo de
astrónomos que ha examinado más de 200.000 galaxias y ha presentado sus conclusiones
ante la Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional. Según la
investigación, la
energía actual de las estrellas representa la mitad de la energía que emitían
hace 2.000 millones de años y que
este proceso parece imparable y definitivo. Nuestro universo se muere
lentamente.
Los
astrónomos han medido la energía generada dentro de una considerable zona del
espacio con una precisión jamás vista, midiendo individualmente las emisiones
de energía de cada galaxia en 21 longitudes de onda. Es sin duda la evaluación más completa de la emisión
de energía del universo cercano de la que tenemos constancia y ha revelado que esta reducción
se produce en todas las longitudes de onda, desde el ultravioleta hasta el infrarrojo lejano.
El estudio aporta observaciones de la
mayoría de los telescopios más formidables del mundo (VISTA, VST, SDSS, AAT, GALEX, WISE o Herschel) del ESO, de la
NASA o de la ESA: “Utilizamos todas las instalaciones terrestres y espaciales a
nuestro alcance para medir la emisión de energía de esas más de 200.000
galaxias en cuantas longitudes de onda nos fue posible”, explica Simon Driver
líder del proyecto GAMA (Galaxy
And Mass Assembly) que coordina la investigación.
GAMA tiene
como objetivo crear un mapa de la energía generada dentro de un gran volumen de
espacio tanto en la actualidad como en distintos momentos del pasado desde la
explosión del Big Bang. Los astrónomos esperan ampliar
este trabajo con el fin de modelar
un mapa de la producción de energía a lo largo de toda la historia del Universo.
“De aquí en adelante, el universo irá
decayendo, envejeciendo lentamente. Básicamente, el universo se ha sentado en el
sofá, se ha tapado con una manta
TEXTO 12
La rápida expansión del universo desafía a Einstein
Una nueva medición de la velocidad a la que se alejan las galaxias entre
sí pone en cuestión los modelos cosmológicos establecidos.
Unidos en el proyecto de colaboración H0LiCOW
(siglas de H0 Lenses in COSMOGRAIL’s Wellspring), un grupo de
astrónomos se ha propuesto establecer con la mayor exactitud posible la
llamada constante
de Hubble, fundamental para entender cómo funciona el
cosmos. Este valor mide la velocidad a la que se alejan las galaxias entre sí y, hasta ahora, estaba fijado en 71
kilómetros por segundo y megapársec, teniendo en cuenta que un megapársec son
tres millones de años luz.
Pero las mediciones de H0LiCOW, basadas en
la recopilación de datos de diferentes telescopios situados en la Tierra y en
el espacio –incluyendo el observatorio
espacial Hubble–, indican que la velocidad de expansión del universo puede ser
hasta un 9% más rápido de lo que establecen los modelos cosmológicos. La
misma discrepancia ya fue puesta de manifiesto por otra investigación
independiente hecha pública el pasado verano, que comparaba el brillo de
estrellas cefeidas –que cambian de luminosidad a intervalos regulares– y supernovas del tipo IA.
Tal y como explican los investigadores en una serie
de articulos publicados en la revista Monthly Notices of the Royal
Astronomical Society, en el caso del proyecto H0LiCOW se intentó establecer
el valor de la constante de Hubble con dos técnicas diferentes. En primer
lugar, fueron analizados los registros del satélite Planck, que mide
la radiación
de fondo de microondas, es decir, el débil eco del big
Bang que permea todo el universo. y los resultados se atenían al modelo
cosmológico estándar. O sea, que hasta aquí, todo correcto.
El problema surgió con la segunda medición, que
aprovechaba un fenómeno llamado “lente gravitacional”, descubierto en
1979. Este se produce cuando los cúmulos galácticos se comportan como una
especie de lupa y permiten ver objetos muy lejanos.
Los científicos de H0LiCOW se fijaron concretamente
en los púlsares, estrellas de neutrones supermasivas que emiten pulsos regulares
de radiación y cuya imagen es multiplicada por las lentes
gravitacionales. Con la sutil diferencia de brillo entre esas
imágenes especulares repetidas es con lo que confeccionaron el nuevo
valor de la constante, teóricamente más exacto.
"La tasa de expansión del cosmos está
empezando a medirse con tal precisión que las diferencias pueden apuntar
a una nueva física más allá de nuestro actual conocimiento del universo",
ha explicado Sherry Suyu, investigadora del Instituto Max Plancks para la
Astrofísica y directora del proyecto H0LiCOW.
TEXTO 13
El año
dedicado a la Astronomía no ha decepcionado a nadie. 2009 ha estado repleto de
asombrosos descubrimientos astronómicos de primer orden. El hallazgo de agua en
la Luna, el impacto de un gigantesco meteorito en Júpiter, el asteroide que
explotó sobre Indonesia o la localización de un planeta «gemelo» de la Tierra
han sido algunos de los principales hitos. La lista que sigue comprende nueve
hallazgos que nos han permitido conocer mejor el Universo y que son promesas de
lo que aún está por venir.
La Luna tiene dos heridas más en su ya agrietada cara. La NASA ha concluido con éxito su misión «kamikaze» -ofrecida
en directo en su web (13.30,
hora peninsular)-, consistente en el impacto contra la superficie de nuestro
satélite natural de la sonda de detección y observación LCROSS y su cohete
Centaur. El objetivo es buscar agua, un descubrimiento vital para el desarrollo
de la exploración espacial. «Éxito de la misión», ha anunciado el controlador
en el Centro Ames de Investigaciones de la NASA en Moffett Field (California),
donde reinaba un ambiente de satisfacción por los resultados. «Los instrumentos
funcionaron como estaba previsto (...) hemos recibido confirmarción termal de
que el impacto ha ocurrido», ha añadido.
En las imágenes, algo más oscuras de lo que esperábamos, se ha
visto cómo el cohete Centaur chocaba contra el cráter Cabeus, el punto
escogido por la NASA por ser el que tiene más posibilidades de albergar
agua. El impacto ha levantado una polvareda de 10 kilómetros de altura.
Muy cerca, la LCROSS ha fotografiado la colisión para la NASA TV y ha enviado
los datos obtenidos a la Tierra. De inmediato, ha cruzado la nube de
desperdicios y se ha empotrado ella misma contra el suelo. Antes,
sus espectómetros deberán haber analizado la nube de partículas iluminada por
el Sol, en busca de signos de agua. «Si existe agua ahí, o cualquier otra cosa
interesante, vamos a encontrarla», ha asegurado Tony Colaprete, responsable del
proyecto en el centro Ames. Seguimiento
masivoEl programa ha incluido imágenes en directo de la
cámara de la sonda, animación de telemetría recibida en tiempo real, imágenes
de las operaciones de la misión, comentarios de expertos y retransmisión del
momento del impacto con imágenes recibidas en el centro Ames de la NASA. Las
colisiones también fueron el foco de atención del telescopio espacial Hubble y
los instrumentos de la sonda LRO. «Estas observaciones múltiples complementarán
los datos de la LCROSS y ayudarán a determinar si existe o no agua en forma de
hielo en el cráter», ha indicado Jennifer Heldmann, del Laboratorio Ames.
El espectáculo ha sido seguido masivamente en Estados Unidos. Incluso la Casa
Blanca ha preparado su propia «fiesta lunar», en la que astrónomos
profesionales y aficionados han desplegado más de 20 telescopios. El evento
coincide con el 400 aniversario del primer vistazo de Galileo a los cielos a
través de un telescopio. La agencia espacial norteamericana nunca había
realizado una misión semejante desde 1971, cuando el cohete Saturno IVB del Apolo 14 se empotró en nuestro satélite
natural para conocer su estructura interior.
La NASA ha abierto un nuevo capítulo en nuestro conocimiento de la Luna.
La agencia espacial estadounidense ha encontrado pruebas de que en nuestro
satélite hay agua. «Encontramos agua, y no un poco, sino una cantidad
significativa», dijo Anthony Colaprete, del Centro Ames de Investigación de la
NASA, en Moffett Field (California).
El 9 de octubre la sonda LCROSS impactó en el polo Sur de la Luna en un
cráter llamado Cabeus. El artefacto de 79 millones de dólares, precedido por
una sección del cohete Centauro que lo propulsó, fue enviado a la superficie
lunar para levantar una nube de materiales que los científicos pudieran
analizar en busca de la presencia de agua helada. Los datos preliminares
obtenidos del análisis de esos materiales «indican que la misión descubrió,
exitosamente, agua... y este descubrimiento abre un nuevo capítulo en nuestro
conocimiento de la Luna», afirmó la NASA.
«Estamos muy entusiasmados», declaró Colaprete. «La concentración y
distribución de agua y de otras sustancias requieren más análisis, pero podemos
decir con seguridad que Cabeus contiene agua», añadió.
Sin luz del Sol
El lugar de la colisión, en el lado de sombra permanente del cráter, no
ha recibido luz del Sol en miles de millones de años, y los científicos
pudieron analizar el polvo, el vapor y las rocas levantadas por el impacto
cuando estos se elevaron por encima del borde de Cabeus y absorbieron la luz.
Esto permitió la medición espectrográfica -el análisis de la luz absorbida en
diferentes longitudes de ondas que revela diferentes compuestos- y los
científicos vieron las señales de agua bajo luz infrarroja y ultravioleta.
«Vemos la prueba de la presencia de agua en dos instrumentos. Y eso es lo que
nos da tanta certeza sobre nuestras conclusiones», aseguró.
Los científicos han especulado durante largo tiempo sobre el origen de
las significativas cantidades de hidrógeno que habían sido observadas en los
polos lunares. Los hallazgos de la sonda LCROSS vienen a arrojar ahora nueva
luz sobre esta cuestión con el descubrimiento de agua, que podría encontrarse
en el satélite de la Tierra en cantidad mayor de la que inicialmente se
pensaba, según explicó la NASA.
Si el agua que se formó o depositó tiene miles de millones de años,
estas frías trampas polares de la Luna podrían desvelar las claves sobre la
historia de la evolución del Sistema Solar, del mismo modo que los testigos de
hielo tomados en la Tierra lo hacen sobre el pasado de nuestro planeta.
TEXTOS 14
El planeta Corot-7b / AFP
2- A la Tierra le sale un «gemelo»: «Es el primer planeta del tamaño de la Tierra del que realmente podemos
decir que se parece al nuestro». Con estas palabras se presentaba en un
congreso astronómico celebrado en septiembre en Barcelona a Corot-7b, un nuevo y
prometedor exoplaneta a unos 400 años luz de la Tierra. El nuevo mundo tiene apenas dos veces el diámetro de la Tierra y una
masa cinco veces superior, con una densidad muy parecida. Sin embargo, es un
auténtico infierno para cualquier forma de vida conocida, ya que su temperatura
ronda los mil grados centígrados al estar muy cerca de su estrella. Pese a
todo, Corot-7b ha supuesto un paso importantísimo en la
búsqueda de planetas parecidos al nuestro.
Es el primer planeta del tamaño de la Tierra del que realmente podemos
decir que se parece al nuestro». Con estas palabras se refería esta misma
mañana el astrónomo Ignasi Ribas, copresidente del comité
científico del Congreso «Senderos hacia planetas habitables» que estos días se
celebra en Barcelona, al hablar del descubrimiento de Corot-7b. El anuncio de
la existencia de este nuevo y prometedor exoplaneta fue revelada durante la
sesión matinal del congreso y se ha convertido ya en la estrella del certamen.
Con una órbita muy rápida, de apenas 20 horas, Corot-7b (llamado así por
el telescopio espacial con el que
se descubrió) se encuentra a unos 400 años luz de la Tierra, «ni muy cerca, ni
muy lejos», en palabras de Ribas. El nuevo mundo (cuya reconstrucción aparece
arriba) ya había sido detectado hace unos meses, pero entonces no se disponía
aún de los suficientes datos concretos como para realizar un anuncio en toda
regla.
Sus descubridores, un equipo de astrónomos europeos dirigido por el
famoso «cazaplanetas» Didier Queloz (el mismo que descubrió el primer
planeta extrasolar en 1995), han
preferido guardar silencio desde entonces y seguir recopilando datos. Ahora,
han aprovechado el evento que se celebra en la Ciudad Condal para hacer público
su descubrimiento.
70 horas de observaciónHan sido necesarias setenta horas de observación (repartidas en varios
meses) para averiguar exactamente cuál es la masa y la densidad del planeta.
Los análisis realizados desde tierra con el espectrógrafo HARPS (High Accuracy Radial velocity Planet Searcher), que está acoplado
al telescopio de La Silla, en Chile, han permitido complementar las
observaciones anteriores hechas conel telescopio de la Agencia Espacial
Europea.
Momento del congreso en el que se presentó el
descubrimiento del Corot-7b
Y el resultado ha sido inmejorable. «Corot-7b es el mundo que hace que
valgan la pena todos los esfuerzos que se han hecho hasta ahora», afirmaba hace
unas horas un eurófico Queloz. En efecto, se trata de la prueba definitiva de
que fuera de nuestro Sistema Solar pueden existir mundos parecidos al nuestro.
Corot-7b será, según los investigadores, el exoplaneta cuyo estudio en
profundidad abra definitivamente las puertas a un nuevo tipo de ciencia
planetaria hasta ahora desconocida.
Cuando los astrónomos lo descubrieron en febrero, no conocían aún con
exactitud la velocidad de su estrella y no pudieron, por lo tanto, determinar
la masa del nuevo planeta. Algo que ahora sí que ha sido posible. Corot-7b
tiene apenas dos veces el diámetro de la Tierra y una masa cinco veces
superior, con una densidad muy parecida a la de nuestro propio mundo.
«Sin embargo -alerta Ignasi Ribas- no debemos pensar que ese planeta es
adecuado para la vida, ya que se encuentra a muy poca distancia de su estrella
y está sujeto por tanto a elevadísimas temperaturas». Unas temperaturas que,
según los cálculos, rondan los mil grados centígrados, un auténtico infierno
para cualquier forma de vida conocida.
Fuera de la «zona de habitabilidad»Corot-7b no
se encuentra, por lo tanto, en la «zona de
habitabilidad» de su estrella. Su órbita, en efecto, le lleva a
distancias de apenas 2,5 millones de km de distancia de ella cuando la Tierra,
por ejemplo, orbita a cerca de 150 millones de km del Sol. Y a una velocidad,
por cierto, de vértigo, ya que el nuevo mundo se desplaza a cerca de 750.000 km
por hora. Queloz y su equipo creen que, en estas condiciones, no sería extraño
que hubiera en su superficie auténticos océanos de lava.
Hasta el momento, se han descubierto ya unos 370 planetas alrededor de
estrellas lejanas, pero la inmensa mayoría de ellos son gigantes de gas que muy
poco tienen que ver con nuestro propio mundo. Sin embargo, las técnicas actuales
han permitido ya localizar unas diez «supertierras», planetas sólidos como el
que nosotros habitamos.
El punto de mira se está afinando cada vez más y, por el momento,
Corot-7b es el planeta que más se parece (en cuanto a densidad y tamaño) al
nuestro. «Pero esto sólo es el principio», señala Ignasi Ribas, quien está
convencido de que el descubrimiento del primer mundo realmente habitable no se
demorará más allá de una década.
OROT-7b (antes
llamado COROT-Exo-7b)4 5 es un planeta extrasolar que, junto a COROT-7c,
orbita alrededor de la estrella identificada como COROT-7.
Fue detectado en 2009 por el satélite COROT.
Era, en ese momento, el planeta extrasolar más pequeño detectado, con un
diámetro 1,7 veces el de la Tierra. Se
estima que su masa está entre 5,6 y 11 masas terrestres4 lo que lo convierte en un planeta
rocoso.6 Orbita muy cerca de su estrella, con un periodo
orbital de
exactamente 20 horas, 29 minutos y 9,7 segundos. La estrella, en la
constelación Monoceros,
está a 490 años-luz (150 parsecs) de
distancia y es algo más pequeña que el Sol. El espectrógrafo HARPS se utilizó posteriormente para medir la masa de COROT-7b mediante el método de velocidad
radial, dando un resultado de alrededor de 4,8 masas terrestres,
dándole una densidad de 5,6 ± 1,3 g cm−3, similar al de la
Tierra.2 A partir de esto, se concluyó que el
planeta no está compuesto de hierro puro.
TEXTO 15
«cicatriz»
en la superficie de Júpiter / EFE
3- Júpiter es bombardeado: A
Júpiter le salió en julio un enorme lunar negro. Era la
marca dejada por un asteroide o un cometa, una colosal cicatriz del diámetro de
la Tierra. Se trataba de la primera vez, desde 1994, que se
observaban directamente las consecuencias de un impacto de estas
características en un mundo de nuestro sistema solar. El descubrimiento fue
realizado por un astrónomo amateur afincado en Australia y confirmado por
el Jet
Propulsion Laboratory (JPL) de la
NASA. Impactos como éste son muy frecuentes en los diversos planetas y lunas
del sistema solar. Esperemos que las observaciones no fallen cuando uno de
estos objetos se dirija directamente contra la Tierra.
Observen la mancha negra que aparece en la región polar de Júpiter. Es
completamente distinta a las demás, y no ha sido causada por ningún fenómeno
atmosférico en el planeta gigante de nuestro sistema. Se trata, muy al
contrario, de la marca
dejada por un asteroide o cometa. Una
cicatriz que, dado el tamaño inmenso de Júpiter, parece pequeña, pero que en
realidad tiene el diámetro de la Tierra. Según los astrónomos, el
impacto se ha producido hace apenas unos días. Es la primera vez, desde
1994, que se observan directamente las consecuencias de un impacto de estas
características en un mundo de nuestro sistema solar. Entonces fue un cometa,
el Shoemaker-Levy, y también se estrelló
contra Júpiter, después de romperse en varios fragmentos debido a la enorme
gravedad joviana y proporcionar un espectáculo que jamás hasta entonces había
sido contemplado por el hombre. Ahora, y gracias a las observaciones de un
astrónomo amateur afincado en Australia, la historia se repite, aunque esta
vez, a diferencia de la anterior, no ha podido verse el momento de la colisión.
«Al principio pensé que se trataba de una mancha producida por una tormenta
polar», asegura Anthony Wesley, que tomó las fotografías el pasado 19 de julio con el telescopio de 14,5 pulgadas que tiene
instalado en el patio de su casa en Murrumbateman, al norte de Canberra. «Sin
embargo, a medida que el planeta iba girando y y mejoraban las condiciones de
visión, me di cuenta de que no era una mancha oscura, sino negra del todo y en
todos los canales».
El Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA ha
confirmado el descubrimiento del aficionado australiano usando el gran
telescopio de Mauna Kea, en Hawai. A tenor de la huella, el impactor debió
tener un tamaño considerable, y el choque con Júpiter debió de producirse hace
apenas unos días. A pesar de ello, ningún observatorio ni satélite fue capaz de
localizar el objeto antes de que llegara a su destino.
Las primeras imágenes del impacto en infrarrojos (a la derecha) muestran
el brillo del material lanzado a la atmósfera por el objeto, muy cerca del polo
sur de Júpiter. «Hemos sido muy afortunados por estar observando Júpiter
exactamente en el momento preciso y en la cara adecuada para observar el
evento», explica Glenn Orton, del JPL. Ahora, Orton y sus colegas han alertado
a otros telescopios para que realicen sus propias observaciones. El paso
siguiente será
TEXTO 16
La Tierra,
objetivo de los asteroides: Este año nos han «rozado» unos cuantos. El más
impactante fue el que explotó
sobre el cielo de Indonesia el pasado 8 de ocubre. Una pequeña roca de diez metros de diámetro que ningún instrumento
había sido capaz de detectar se precipitó contra la Tierra, detonó al entrar en
la atmósfera, a unos 20 km de altura, y provocó una explosión de 50 kilotones,
tres veces más potente que la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima. Se trata
de la mayor explosión de un asteroide registrada hasta la fecha. Si la roca
hubiera sido sólo un poco más grande, sus efectos habrían sido devastadores.
Otro pequeño asteroide ha pasado rozando la Tierra sin que nadie lo
descubriera a tiempo. Fue el pasado 6 de noviembre y el objeto, llamado 2009
VA, fue localizado cuando sólo quedaban 15 horas para su llegada.
La roca, esta vez, sólo tenía unos siete metros, muy poco
como para provocar una extinción masiva, pero baste recordar que hace apenas
unos días, en Indonesia, el impacto contra la atmósfera de otra piedra parecida y de
«sólo» diez metros causó una explosión equivalente a tres bombas
atómicas...
2009 VA, pues, sólo pasó a dos radios terrestres de distancia (unos
14.000 km), lo que en términos astronómicos equivale a una bala rozando
el oído. Se trata del tercer pequeño asteroide conocido y catalogado justo
antes de pasar muy cerca de la Tierra. Los otros dos «acercamientos»
registrados se refieren al asteroide de un metro 2008 TS26, que pasó el 9 de
octubre de 2008 a sólo 6.150 km de nosotros, y a 2004 FU162, otra roca de siete
metros que pasó el 31 de marzo de 2004 a apenas 6.535 km de la superficie terrestre.
Tres únicas detecciones. Ese es el catálogo completo que tenemos para
objetos de esa clase. Y ello a pesar de que rocas como la que acaba de rozarnos
pasan a distancias parecidas de nuestro planeta, como media, un par de veces al
año, y hacen impacto, también como media, una vez cada cinco años.
El asteroide 2099 VA fue descubierto por el Catalina Sky Survey unas
quince horas antes de su máximo acercamiento y su
presencia fue rápidamente ratificada por el Centro de Planetas Menores de
Cambridge, Massachussets, que confirmó también que el objeto pasaría, en apenas
unas horas, muy cerca de la Tierra.
A medida que se aproximaba, a decenas de miles de kilómetros por hora,
los técnicos del programa Near, de la NASA, calcularon su órbita y determinaron
que el asteroide no chocaría contra nosotros. Si lo hubiera hecho, nadie habría
podido hacer nada por evitarlo.
Hace menos de un año, se vivió una situación muy parecida a ésta con el
objeto 2008 TC3, un asteroide que fue detectado cuando apenas faltaban once
horas para su llegada y que finalmente hizo impacto en el norte de Sudán, por
fortuna lejos de cualquier centro habitado. La historia de su «cacería» Ha
vuelto a suceder. Fue el pasado 8 de octubre y sobre los cielos de Indonesia.
Un pequeño asteroide de diez metros de diámetro que ningún instrumento había
sido capaz de detectar se precipitó contra la Tierra, detonó al entrar
en la atmósfera, a unos 20 km de altura, y provocó una explosión de 50
kilotones, tres veces más potente que la bomba atómica lanzada
sobre Hiroshima. Se trata de la mayor explosión de un asteroide registrada
hasta la fecha. Si la roca hubiera sido sólo un poco más grande, sus efectos
habrían sido devastadores.
El episodio, observado por numerosos testigos, grabado en vídeo y emitido
en todos los informativos locales, se produce justo en el momento en que el
gobierno norteamericano estudia la mejor manera de hacer frente a la amenaza
que suponen estos auténticos vagabundos espaciales. Una amenaza muy real, a la
luz de la dramática explosión registrada hace apenas dos semanas sobre South
Sulawesi, en Indonesia, que liberó una energía equivalente a 50.000 toneladas
de TNT. O lo que es lo mismo, tres veces más que la bomba lanzada sobre
Hiroshima al final de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque la explosión no causó daños en tierra, dada la altura a la que se
produjo, sí que es una prueba más que demuestra lo desprotegidos que
aún estamos frente a acontecimientos de esta clase. Los astrónomos Peter
Brown y Elizabeth Silber, de la Universidad de Western Ontario, en Canadá, han
calculado la magnitud de la detonación a partir de las ondas infrasónicas que
produjo, que recorrieron medio mundo y que fueron registradas por la red
internacional de instrumentos que mide las explosiones nucleares.
Ningún telescopio lo detectóA partir de
la energía liberada, los astrónomos han determinado que el objeto no tenía más
de diez metros de diámetro. Y según las estadísticas, un asteroide de esas
características y tamaño hace impacto contra la Tierra, como media una vez cada
entre dos y doce años. Ningún telescopio detectó la amenaza antes del impacto.
Lo cual, a la vista del escaso número de asteroides menores de cien metros que
tenemos catalogados, no constituye una sorpresa. Si la roca que se precipitó
contra Indonesia hubiera tenido 20 ó 30 metros de diámetro en lugar de 10,
habría podido provocar una catástrofe de grandes proporciones. El informe
de los dos astrónomos, en el que se incluyen todos los detallE
Según los objetivos marcados por la Casa Blanca, Estados Unidos debería
aprobar una serie de medidas defensivas contra pequeños asteroides dentro de
este mismo año. Sin embargo, una red de instrumentos capaz de detectar
estos pequeños objetos a tiempo significaría tener que liberar un presupuesto
de muchos miles de millones de dólares. Algo que los norteamericanos no
están dispuestos a hacer en solitario.
TEXTO 17
magen de la superficie de Mercurio / ABC
El aspecto de Mercurio deja de ser un secreto: La sonda Messenger ha conseguido realizar con éxito tres
complicados vuelos sobre Mercurio, unas misiones que han permitido
conocer rincones
nunca vistos del planeta. Por
primera vez, los científicos tienen una visión casi completa de su superficie,
con fotografías de gran nitidez, y han obtenido nuevos datos sobre su
composición: contiene altas cantidades de metales pesados como hierro y
titanio. Gracias al trabajo de la nave, aproximadamente el 98% del terreno de
Mercurio ya ha sido fotografiado, y científicos de la NASA y expertos cartógrafos han conseguido elaborar el primer
mapa global de Mercurio.
El tercer y último vuelo de la sonda Messenger sobre Mercurio ha proporcionado a los
científicos, por primera vez, una visión casi completa de la superficie del
planeta, el más pequeño del Sistema Solar, y ha facilitado nuevos datos sobre
el paisaje y composición de este extraño mundo del que sabemos bien poco.
La nave de la NASA Messenger (Mercury Surface, Space Environment, Geochemistry and Ranging) sobrevoló por última vez Mercurio el 29 de septiembre. A pesar de
ciertos problemas provocados por un eclipse solar, las cámaras de la nave y sus
instrumentos de recogida de imágenes de alta resolución funcionaron como un
reloj suizo y fueron capaces de fotografiar con un gran detalle un 6%
de la superficie del planeta que nunca antes se había observado con tanta
nitidez. Ahora, gracias al trabajo de la nave, aproximadamente el 98% del
terreno de Mercurio ya ha sido fotografiado. Sólo faltan las regiones polares,
las únicas áreas cuyo aspecto todavía es un misterio.
Una región desconocidaPero, ¿qué hay de nuevo? El vuelo de la nave ha detectado una
región desconocida con una superficie brillante que rodea una depresión
irregular, posiblemente de origen volcánico, de 290 kilómetros de diámetro.
Otras imágenes revelaron una cuenca de doble anillo de aproximadamente
180 kilómetros de diámetro provocada por algún impacto. Es muy similar
a la que los científicos llaman cuenca de Raditladi, que fue descubierta en el primer vuelo de la sonda sobre su viejo
conocido en enero de 2008. «Es la primera vez que podemos apreciar esta nueva
cuenca en detalle y los anillos están muy bien conservados», ha afirmado Brett
Denevi, miembro del proyecto e investigador de la Universidad Estatal de Arizona. Como en el caso de Raditladi, se estima que el «valle» tiene mil
millones de años. Parece mucho, pero es bastante joven. La mayoría de esas
marcas son cuatro veces más viejas. En el centro, han encontrado el material
volcánico más joven del planeta.
Detalle de la cuenca de doble anillo de 290
kilómetros de diámetro / NASA
Cambios estacionalesLa nave también descubrió grandes cambios estacionales en la «dinámica»
exosfera o delgada atmósfera de Mercurio, según era mayor o menor la distancia
del Sol. De la misma forma, las observaciones también mostraron que la
superficie del planeta tiene una muy baja concentración de hierro, aunque más
alta de lo esperado, similar a algunas rocas lunares. «Las nuevas imágenes nos
recuerdan que Mercurio continúa guardando sorpresas», ha explicado Sean
Solomon, principal investigador de la misión y director del Departamento de
Magnetismo Terrestre
ientíficos de la NASA y expertos cartógrafos han conseguido elaborar el
primer mapa global de Mercurio gracias a las observaciones de la sonda Messenger durante sus tres vuelos sobre el
planeta y los datos de la vieja y rudimentaria Mariner 10 en
los años 70. El plano, que refleja 500 metros por pixel, permitirá a los
especialistas señalar los cráteres, fallas y otros elementos geográficos más
interesantes para futuras observaciones. La descarga del mosaico estará
disponible en una web.
La Messenger, que despegó de Cabo Cañaveral el 3 de agosto de 2004,
completó su tercer y último vuelo sobre Mercurio, el planeta más cercano al Sol de nuestro sistema, el pasado 29 de
septiembre. La nave lo sobrevoló en una peligrosa maniobra de navegación, en un
vuelo casi rasante, a 200 kilómetros de altura. El aparato fotografió algunas
zonas que no habían sido observadas jamás, entre ellas varias cuencas de origen
volcánico. Estos últimos esfuerzos, sumados a los anteriores, han permitido
dibujar el mapa de uno de los planetas menos estudiados hasta ahora.
«La reproducción de este mosaico representa un hito importante para
todos en el equipo», ha afirmado el investigador principal de la misión, Sean
Solomon, de la Carnegie Institution en Washington. A partir
de ahora, la sonda se convertirá en el principal osbervatorio mundial para
analizar las características del pequeño planeta.
A 2 km por segundoEl proceso de elaboración del
mapa no ha sido fácil, ya que las imágenes tenían diferente resolución (de 100
a 900 metros por pixel) y condiciones de iluminación (desde el alto sol del
mediodía hasta el amanecer y el atardecer), y han sido tomadas desde una nave
que viaja a velocidades superiores a 2 kilómetros por segundo. Para evitar
pequeños errores que, en conjunto, podrían suponer grandes desajustes en el
resultado final, el equipo utilizó un software muy sofisticado. Expertos del Centro de Astrogeología USGS en
Flagstaff (Arizona) seleccionaron 5.301 puntos de
control y realizaron 18.834 mediciones para que el resultado fuera óptimo. Pero
el mapa no está finalizado. Los errores de posición absoluta pueden acercarse a
los dos kilómetros. Para corregir las imprecisiones, se irán agregando nuevas
imágenes de control.
El objetivo de Messenger es estudiar a fondo el pequeño Mercurio,
situado a 58 millones de kilómetros del Sol. Sus observaciones han sido muy
útiles para conocer más sobre un planeta al
TEXTO 18
arte de la imagen más produnda del Universo / ABC
6- El Hubble se adentra en lo más profundo del Universo: Después de veinte años, el telescopio espacial Hubble sigue dando
sorpresas y extraordinarias imágenes. Tras ser reparado, sus lentes
consiguieron captar objetos a
600 millones de años después del Big Bang, es decir,
a una distancia que ronda los 13.100 millones de años luz de la Tierra. De esta
forma, hemos podido ver galaxias que hasta ahora jamás habían sido vistas por
ningún ser humano. Además, el instrumento es capaz de recoger rayos de luz en
una longitud de onda muy cercana al infrarrojo, lo que permite a los
científicos distinguir galaxias en proceso de formación en un universo aún muy
joven.
an pasado casi veinte años, pero el telescopio espacial Hubble sigue
dando sorpresas. Especialmente tras haber sido equipado, hace apenas unos
meses, con una nueva batería de cámaras e instrumentos que garantizan su
supervivencia por lo menos durante otra década más. Mientras llega el momento
de su definitiva jubilación, aquí está una de sus últimas y extraordinarias
fotografías. Las luces que brillan en ella no son estrellas, sino galaxias,
cada una formada por miles de millones de estrellas individuales. La imagen es,
de nuevo, todo un record. De hecho, es la foto más "profunda" jamás
obtenida del Universo en que vivimos.
Los puntos rojos corresponden a las galaxias más lejanas, y por tanto
más antiguas. Más brillantes y definidas, las que están más cerca de nosotros,
muchas de ellas perfectamente reconocibles por sus formas. Los objetos más
alejados que pueden verse en la fotografía nos llevan a "sólo" 600
millones de años después del Big Bang, es decir, a una distancia que ronda los
13.100 millones (trece mil cien millones) de años luz de la Tierra.
El conjunto constituye un documento de un enorme valor para los
astrónomos que estudian el cielo sobre nuestras cabezas. Y en él aparecen
galaxias que hasta ahora jamás habían sido vistas por ningún ser humano. Para
recoger una luz que llega de tan lejos, los
objetivos de la Cámara de Gran Angular 3 (WFC3)
del Hubble permanecieron abiertos durante cuarenta y ocho horas a lo largo de
cuatro días de finales del pasado mes de agosto. El instrumento es capaz de
recoger rayos de luz en una longitud de onda muy cercana al infrarrojo, lo que
permite a los científicos distinguir galaxias en proceso de formación en un
universo aún muy joven.
Prácticamente desde que fue puesto en órbita hace ya diecinueve años,
los científicos se han esforzado por llevar a los instrumentos del telescopio
espacial a obtener imágenes cada vez más lejanas y profundas del Universo. Y
éste es el espectacular resultado de su última actualización. La fotografía se puede ver aquí en alta resolución. Y ya se están preparando cerca de una docena de artículos científicos
con lo que se puede ver en ella. Artículos que se publicarñan en el transcurso
de los próximos tres meses.
TEXTO 19
El gran ojo que observa desde Canarias: El gran telescopio de Canarias (GranTeCan), en el Observatorio del Roque de los Muchachos en la isla canaria de La
Palma, fue
inaugurado en julio y se considera la mayor
infraestructura científica jamás construida en España. Su gigantesco espejo
hará retornar al pasado más remoto y observar los objetos más lejanos en el
espacio y en el tiempo, aquellos cuya luz tal vez comenzó su camino hacia aquí hace
unos 14.000 millones de años. Su capacidad es muy potente, tanto como cuatro
millones de pupilas humanas. Su misión será liderar el estudio de las grandes
cuestiones que la astrofísica tiene todavía en el aire, como los agujeros
negros y los sucesos posteriores al Big Bang, así como conocer nuevas galaxias,
saber cómo nacen las enanas marrones o descubrir planetas extrasolares
Ahora sí. Tras dejar atrás la ansiedad por conocer el nuevo habitante de
los cielos canarios, esta mañana fue inaugurado el Gran Telescopio de Canarias (GranTeCan), en el Observatorio
del Roque de los Muchachos en la isla
canaria de La Palma. Se trata de una nueva infraestructura científica
perteneciente al Mapa de Instalaciones Científicas y Técnicas Singulares, en el
comienzo formal de cuya andadura estuvieron presentes Sus Majestades los Reyes
de España.
Su gigantesco espejo hará retornar al pasado más remoto y observar los
objetos más lejanos en el espacio y en el tiempo, aquellos cuya luz tal vez
comenzó su camino hacia aquí hace unos 14.000 millones de años. Su capacidad es
muy potente, tanto como cuatro millones de pupilas humanas. Su misión es clara:
liderar el estudio de las grandes cuestiones que la astrofísica tiene todavía
en el aire, como los agujeros negros y los sucesos posteriores al Big Bang —la
gran explosión que dio origen al Universo—, así como conocer nuevas galaxias,
saber cómo nacen las enanas marrones o descubrir planetas extrasolares.
Se trata, según palabras de la ministra de Ciencia, Cristina Garmendia,
de la mayor infraestructura científica jamás construida en España, lo que
supone «un paso importante en la consolidación de la ciencia española entre la
de los países más avanzados» y «un reflejo de la madurez tecnológica de las
empresas españolas para liderar proyectos en el ámbito de la industria de la
ciencia».
«Capacidad científica de España»En la misma
línea, el Rey ha señalado que la infraestructura supone «una clara demostración
de la capacidad científica y tecnológica de España». De igual forma, ha
indicado que el amplio y limpio cielo de La Palma «se abre hoy a los ojos del
mayor y más avanzado telescopio óptico-infrarrojo hasta ahora construido», que,
por su tamaño, calidad y fiabilidad de imagen, «representa un acontecimiento
científico de primer orden».
La construcción del GranTeCan ha tenido un coste total de 132 millones
de euros, cantidad cuyo 90 por ciento ha sido financiado entre el Ministerio de
Ciencia e Innovación y el Gobierno de Canarias, con la contribución de la Unión
Europea a través de los Fondos Europeos de Desarrollo
TEXTO 20
El
agujero negro más masivo: Es
un monstruo con una masa 6,4 mil millones de veces superior a la del Sol. El
gigante, cuyo auténtico tamaño fue descubierto por los astrofísicos tras
revisar con modelos informáticos estimaciones anteriores, se encuentra en medio
de la galaxia elíptica M87 y
no tiene un aspecto muy diferene al agujero negro que se encuentra en el centro
de nuestra galaxia, la Vía Láctea. El descubrimiento nos lleva a pensar que
quizás otros agujeros negros sean más grandes de lo que creemos.
La galaxia
elíptica M87 (también
conocida como Galaxia Virgo A, Virgo A, Messier 87, M87, o NGC 4486) es una galaxia elíptica gigante fácil de ver
con telescopios de aficionado. Se trata de la mayor y más luminosa galaxia de la zona norte del Cúmulo de Virgo, hallándose en el centro del subgrupo Virgo A (el más masivo de todos en los que se
divide el cúmulo).4 La galaxia también contiene un núcleo galáctico
activo notable que es una
fuente de alta intesidad de radiación de longitud de onda amplia, en particular
en radiofrecuencias.5 Puesto que es la galaxia elíptica más brillante cercana a la
Tierra y una de las fuentes de radio más brillantes del cielo, es un objetivo
popular tanto para la astronomía amateur como el estudio científico. Se ha estimado que la galaxia
tiene una masa dentro de un radio de 32 kpc de
2,6 ± 0.3 x 1012 masas solares, el doble de masa
que nuestra galaxia.,6 e incluyendo materia oscura puede ser 200 veces más masiva que ésta
En 1918, el astrónomo Herber Curtis del Observatorio Lick descubrió
un chorro de materia procedente de la M87 que lo describió
como "un curioso rayo recto". Este chorro de materia o jet se extiende al menos 5.000 años luz desde el
núcleo de la M87 y está formado por materia eyectada de la propia galaxia,
probablemente por un agujero negro supermasivo situado
en su centro. Los astrónomos creían que el agujero negro en esta galaxia tiene
una masa aproximada de 3200 millones de masas solares,13 pero
investigaciones recientes suben ésa masa hasta entre 6400 y 6600 millones de
masas solares.14 15 Éste
agujero negro está rodeado por un disco de gas caliente, que le alimenta a
razón de una masa solar cada 10 años, y se ha sugerido que su posición no
coincide con la del centro exacto de ésta galaxia, estando a aproximadamente 22
años luz de él (algo cuyas causas se desconocen y que ha sido atribuido a que M87 hubiera
nacido tras la fusión de dos galaxias
anteriores con agujeros negros
supermasivos en su centro y que al fusionarse estos hubiera acabado allí, ó
también a que el jet hubiera propulsado al agujero negro a ésa distancia16 ).
En 2013/08/22 se ha publicado un estudio basado en
observaciones realizadas desde 1995 hasta 2008 por diversos especialistas del
universo profundo aprovechando las posibilidades del Telescopio espacial Hubble. Han obtenido una serie de películas a intervalos
que muestran un chorro de plasma de 5.000 años luz de largo que es expulsado de
un agujero negro supermasivo. Ese agujero negro parece
que se sitúa en el centro de la galaxia M87. Parece que encontró
evidencias que sugieren el movimiento en espiral de ese chorro, creando un
campo magnético en forma de hélice que rodea al agujero negro. En la parte
exterior del chorro un grupo de gas brillante, al que han llamado “nudo
B”, parece que va en zig-zag.17 18
TEXTO 21
Agua helada en Marte: A lo largo de 2009 la
misión de la NASA encargada de buscar nuevas pistas sobre la presencia de agua
en el Planeta rojo ha trabajo como nunca. El hallazgo de pura agua helada cerca
de la superficie en algunos cráteres ha llevado a los científicos a concluir
que existen capas de hielo enterradas que pueden encontrarse en casi la mitad
del planeta. Los investigadores también creen que un amplio océano
pudo cubrir gran parte de la superficie en el planeta en el pasado. Ahora, la
clave es buscar la presencia de agua líquida, algo que quizás sea posible en
2010. Un planeta con una enorme extensión de valles y la huella de un único e
inmenso océano que cubría todo el hemisferio Norte. Así aparece Marte en un
nuevo mapa más completo y preciso que han desarrollado científicos de la Universidad Nothern Illinois y del Instituto Lunar y Planetario de Houston (EE.UU.). La técnica
utilizada para cartografiar el terreno marciano también revela similitudes
entre los sistemas montañosos marcianos y los terrícolas.
Los investigadores han utilizado
un innovador programa informático para crear este nuevo mapa global de los
valles marcianos que viene a completar el único existente hasta ahora, creado
en los años 90. Una de las principales conclusiones del nuevo estudio es que estas
redes de valles son hasta 2,3 veces más grandes de lo que se creía. Entre
el ecuador y las latitudes de la mitad sur, los valles forman un cinturón muy
marcado, lo que, según los expertos, resulta coherente con un escenario
climático pasado que incluyera precipitaciones y la presencia de un
gigantesco océano cubriendo una gran parte del hemisferio norte de
Marte.
Como en
la TierraLa red de
valles de Marte muestra algunas similitudes con los sistemas de ríos de la
Tierra, lo que sugiere que el planeta rojo fue más cálido y húmedo que en el
presente. Sin embargo, dado que las redes fueron descubiertas en 1971 por la
sonda Mariner 9, los
científicos han debatido si fueron creadas por la erosión del agua superficial,
lo que apuntaría a un clima con lluvias, o a un proceso conocido como
socavamiento por aguas subterráneas, que puede producirse en condiciones de
frío y sequedad. Un detalle del
nuevo mapa / Wei Luo
La gran disparidad entre las
densidades de redes de ríos en Marte y la Tierra han proporcionado el principal
argumento contra la idea de que la erosión por escorrentía formó las redes de
valles. Pero el nuevo mapa reduce estas diferencias. Según el profesor de
geografía Wie Luo, los valles de amplias regiones marcianas se originaron por
la erosión derivada de la escorrentía causada por las precipitaciones, el mismo
proceso responsable de la formación de los principales valles de la Tierra.
Según apuntan los investigadores, la superficie marciana se caracteriza por
planicies localizadas en su mayoría en el hemisferio norte y sistemas
montañosos principalmente en el hemisferio sur. Dada esta topografía, el agua
se acumularía en el norte, donde las elevaciones superficiales son menores que
en el resto del planeta, formando así un océano. «Un océano único en el
hemisferio norte explicaría por qué existe un límite austral a la presencia de
redes de valles. En estas regiones más al sur de Marte, localizadas
lejos de las reservas de agua, existirían pocas lluvias y no se desarrollarían
valles. Esto también explicaría por qué los valles se vuelven más superficiales
a medida que se va de norte a sur, como sucede en este caso», afirma Luo. El
investigador apunta que la mayoría de las lluvias se restringían al área
cubierta por el océano y a las superficies de tierra vecinas.